Una cuestión de carácter
Desde niño tengo una tendencia natural a jugar con eso que llamamos “realidad” como si se tratara de un cubo de Rubik inagotable; doy vueltas y vueltas a las piezas que construyen la verdad oficial, guiado por la intuición de que el propio acto de encajar y desencajar, quizás me lleve a trascender relatos impuestos e incluso derribar creencias personales.
Mi obra como director y productor de cine es heredera de ese carácter; profundiza sin miedo en anatemas contemporáneos con ánimo de ofrecer al espectador un enfoque inédito.
Abrir ventanas a los espectadores allí donde todo son muros, te fuerza casi de manera inevitable a ser un productor pequeño, artesanal, que cocine a fuego lento sus películas.
En parte es cuestión de carácter y en parte lo que interpreto como una forma de conquistar la independencia necesaria para colarse por las rendijas del sistema. Al menos esa ha sido la lógica que eclosionó en proyectos tan arriesgados como el largometraje “Diana” o el reciente documental “Hechos Probados”, dos obras muy distintas pero conectadas en su filosofía: cuestionar al poder.
En el caso de “Hechos Probados” (denuncia sobre los abusos jurídicos y administrativos que pueden arrollar a un ciudadano en el ámbito tributario) se ha conseguido un importante impacto social y mediático cumpliendo así con el principal objetivo de toda obra contestataria.
Por ello, mi objetivo inmediato como cineasta es engrandecer “Hechos Probados” para llevarlo a un estadio mayor: impulsarlo como serial de largometrajes documentales que contribuyan a arrojar luz allí donde ahora sólo hay sombras y confusión, analizando distintos aspectos de la vida civil donde el Poder abusa y el Derecho se desvanece. El primer paso será el Proyecto Weimar